Este año he comenzado de nuevo con los mayores del cole a
dar clases de religión. Cuando hablo de nuestros mayores son peques de 3, 4 y 5
años.
Cuando hablo de la actividad que realicé con los pequeños
alguno me pregunta ¿es eso clase de religión?. Yo creo que empezar por el
tejado es absurdo, hay que trabajar los cimientos para que estos sean fuertes y
sobre todo que en estas sesiones pueda despertar la ilusión y el interés de los
niños. Que puedan conocerse y conocer a los demás porque eso les permitirá hacer
grupo y ¿acaso no es eso uno de los fines de nuestra fe? El fin y el camino es
la comunidad y ¿acaso no es este trabajo un punto de partida?
Estos días estamos trabajando el grupo y la necesidad de
los pequeños de expresarse:
- Dejarse guiar a través de la imaginación.
- Iniciarse en la técnica de la visualización.
- Iniciarse en la expresión corporal que manifiesta una
vivencia.
- Iniciarse en el descubrimiento de las posibilidades de su
mundo interior.
- Disfrutar de una situación compartida.
Así que esta semana jugamos a la pelota imaginaria. Se
trata de un juego imaginario. Guiaremos a los niños para que jueguen con una
pelota invisible. Es interesante realizarla en el patio si es posible, puesto
que permite a los niños correr y moverse con más libertad, pero si se hace en
el interior se puede adaptar de manera que no haya que desplazarse tanto.Situados todos de pie, se invita a los niños a escuchar
con atención.
“Vamos
a jugar con una pelota invisible, una pelota que no podemos ver, pero sí
podemos imaginar. Yo tengo aquí la mía (el profesor va abriendo las manos hasta
darle volumen a una pelota que iremos rodeando y “redondeando” imaginariamente
con las manos), es una pelota muy bonita de color rojo. Cada uno de
vosotros puede coger su pelota y
tocarla por todos los lados. ¿De qué color es la vuestra? Todas son muy
bonitas.
Ahora voy a botar la pelota con esta mano, voy a dar 3
botes y la vuelvo a coger. Y la boto con esta otra mano y la vuelvo a coger.
Vosotros podéis hacer lo mismo con las vuestras. Y ahora me la pongo en la
palma de la mano, con cuidado para que no se me caiga (movemos la mano como si
intentáramos que la pelota no se cayera al suelo).
La cojo con las dos manos otra vez y la voy a tirar hacia
arriba, primero la tiro suavemente y la recojo, y luego la tiro con fuerza,
agachándome para darle impulso y tirarla muy alto, muy muy arriba, y la espero
para recogerla cuando vuelve a caer.”
Si nos encontramos en el patio, les invitamos a correr
botando la pelota. Dejamos que los niños disfruten con la pelota y que lo
pasen bien. Después de la actividad es importante intentar
reflexionar en su medida lo que hemos hecho en la actividad.
Volvemos
a recoger a los niños, y si es posible, les invitamos a tumbarse en el suelo,
con los brazos y las piernas extendidos a lo largo del cuerpo. Todavía es
difícil para ellos, hay niños que lo pueden hacer y los demás pueden
intentarlo, aunque sea durante unos momentos. Les decimos que respiren
profundamente aspirando el aire por la nariz y expulsándolo por la boca (lo
hacemos para que ellos puedan imitarlo, cada uno como pueda). Y durante 2
minutos les invitamos a acordarse de la pelota, del color que tenía, de cómo
subía y bajaba al tirarla, de cómo botaba…
a recordar cómo han estado jugando con ella.
Al terminar, se les invita a levantarse despacio y a dar
un aplauso por lo bien que lo han pasado con la pelota invisible.