viernes, 21 de noviembre de 2025

Entre paja y esperanza: una Navidad que educa

La Navidad, más allá de los adornos y las tradiciones populares, es un acontecimiento que invita a profundizar en el valor de cada persona y en la importancia de construir un mundo más justo y humano. El nacimiento de Jesús revela un mensaje que sigue siendo actual: Dios se acerca a la vida cotidiana, especialmente a quienes viven en fragilidad, y propone una forma nueva de mirar el mundo, basada en la dignidad, la solidaridad y el bien común.

El material que se presenta a continuación ofrece una propuesta educativa para comprender la Navidad desde la fe, la vida real y la justicia. Integra el mensaje del evangelio, la Doctrina Social de la Iglesia y recursos pedagógicos adaptados a la etapa de Educación Primaria. A través de actividades, talleres, dinámicas y rúbricas, se busca que niños y niñas descubran el sentido profundo de la Navidad y puedan relacionarlo con situaciones actuales, desarrollando empatía, pensamiento crítico y compromiso social.

Este enfoque pretende devolver a la Navidad su dimensión transformadora: una invitación a mirar la realidad con esperanza y a responder con pequeños gestos que construyen fraternidad.

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Nos faltan profesionales y nos sobra “Postureo”

Hoy os dejo esta reflexión. No se si os comenté que estoy haciendo un Master de Doctrina social de la Iglesia y con el aprendiendo mucho y asentando lo que creo o siento. Miro a mi alrededor, escucho en el super, cuando llevo a los enanos a las actividades y siento que muchos compartimos las mismas inquietudes entonces comienzo a pensar en ello y a unirlo con lo que aprendo  y salen reflexiones así. Mi fin no es herir a nadie sino buscar el cambio y este no vendrá si permanecemos estáticos.


Nos faltan profesionales y nos sobra “Postureo”

A veces en una empresa se nota que faltan personas que hagan el trabajo de verdad… y sobran las que solo quieren aparentar. Y eso se siente. Los que se esfuerzan cargan con más peso, mientras otros se preocupan más por quedar bien que por hacer bien.

Con el tiempo, el ambiente se vuelve raro: mucha palabra bonita, muchas reuniones, pero poco avance real. Y eso cansa, porque uno quiere estar en un lugar donde el esfuerzo importa y el trabajo honesto se ve.

La buena noticia es que esto se puede cambiar. Cuando una empresa decide apoyar a la gente que trabaja con corazón, que sabe lo que hace y quiere hacerlo mejor, todo empieza a mejorar. Vuelve la confianza, vuelve la calma… y vuelve la sensación de que vale la pena estar ahí.

Al final, lo que hace crecer a una empresa no es el postureo, sino las personas auténticas que empujan cada día.

La Doctrina Social de la Iglesia recuerda que el bien común solo florece cuando se valora la dignidad del trabajo auténtico. Una comunidad crece cuando reconoce a quienes entregan su talento con honestidad, no a quienes buscan solo quedar bien.

Cuando una organización apuesta por la verdad, por el esfuerzo sincero y por las personas que trabajan con el corazón, todo empieza a ordenarse: vuelve la paz, vuelve la motivación… y vuelve la alegría de sentirse parte de algo que vale la pena.

Al final, no es el postureo lo que construye una empresa, sino la gente auténtica que la empuja cada día.

A veces estas situaciones no cambian porque quienes están arriba, los que deben orientar, cuidar y sostener el rumbo, no siempre pueden estar donde realmente hace falta. Les devoran las urgencias, los plazos, los incendios de cada día… y sin darse cuenta, quedan lejos de la gente que sostiene la empresa con su esfuerzo silencioso.

Pero cuando la dirección se aleja, algo se resquebraja: se pierde la mirada humana. Y sin esa mirada, crece el postureo, se diluye la responsabilidad y se lastima el ambiente. No por mala intención, sino porque cuando se vive en modo “emergencia”, se olvida lo esencial: las personas.

La Doctrina Social de la Iglesia insiste en que quien lidera tiene la misión de custodiar el bien común, y eso empieza por estar presente, escuchar y reconocer el valor real del trabajo de cada uno. No basta con gestionar tareas; hay que acompañar vidas.

Cuando los de arriba vuelven a ocupar su verdadero lugar; cercanos, atentos, disponibles, todo empieza a alinearse. Se frena el ruido, baja la tensión y vuelve la confianza. Porque en el fondo, lo que más fortalece a una organización no es la velocidad, ni las urgencias, ni las métricas: son las personas que la sostienen… y los líderes que no se olvidan de ellas.

Y frente a quienes solo “posturean” y, con su actitud, destruyen el ambiente, hay que actuar con justicia: reconocer lo que aportan y, cuando dañan, corregir con firmeza, pero también con la oportunidad de educar y acompañar. No se trata de expulsar por miedo, sino de proteger el Bien Común y fortalecer a quienes construyen con honestidad.

Por ello tres ideas y una llamada al cambio:

1. El esfuerzo auténtico sostiene a la empresa: no son las apariencias, sino las personas que trabajan con dedicación y corazón.

2. El liderazgo debe estar presente: acercarse al equipo, reconocer su esfuerzo y acompañar su vida.

3. La justicia y la autenticidad fortalecen el ambiente: reconocer, educar y corregir protege el bien común y fomenta confianza.

Si queremos empresas y comunidades saludables, debemos dejar de premiar las apariencias y empezar a valorar de verdad a quienes construyen con integridad. Cada uno de nosotros, desde nuestro lugar, puede apostar por el esfuerzo sincero, la presencia auténtica y el cuidado de los demás. Es hora de transformar el “postureo” en compromiso real

miércoles, 19 de noviembre de 2025

Educar desde lo esencial: el valor de trabajar “Dilexi te” en el aula

Trabajar con adolescentes textos como Dilexi te no es un ejercicio intelectual más: es ofrecerles un espacio para mirarse a sí mismos con profundidad, algo que pocas veces encuentran en su día a día. Nuestros jóvenes viven rodeados de mensajes que miden su valor por el rendimiento, la apariencia o la aprobación externa. Por eso, acercarlos a un documento que habla del amor incondicional, de la dignidad personal y de la misión que cada uno tiene en el mundo no solo es formativo, sino profundamente sanador.

Estos textos abren preguntas importantes sobre quiénes somos, qué esperamos de la vida, qué nos mueve realmente  y lo hacen desde un lenguaje que combina verdad y esperanza. Ofrecen un contrapunto a la prisa, a la comparación constante y al ruido emocional que muchos adolescentes cargan sin siquiera darse cuenta.

Trabajar Dilexi te en el aula o en el grupo no es “dar doctrina”: es acompañarlos a descubrir que su vida tiene peso, que hay un amor previo a todo fracaso y una misión que da sentido a lo que hacen. Cuando un joven se siente mirado con ternura y no con exigencia, algo en él se ordena, se ensancha y se fortalece. Por eso merece la pena dedicar tiempo a este tipo de documentos: porque tocan lo esencial y despiertan lo mejor que llevan dentro.

                                       DILEXI TE Te he amado

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miércoles, 5 de noviembre de 2025

Sembrar cambio en la escuela: una mirada valiente

 

 

Igual esta reflexión no es lo más interesante en este blog pero los que seguís mi blog sabéis que me gusta reflexionar sobre la educación, sobre nuevos métodos ya que creo que no podemos seguir educando como lo hicieron con nosotros. Las personas cambian y a veces en el debate educativo actual se observa la presencia de una nostalgia pedagógica que idealiza modelos del pasado y los presenta como referencia inapelable para el presente.

 

Este fenómeno se asocia frecuentemente a una resistencia tecnológica, donde la incorporación de TIC en los procesos de enseñanza-aprendizaje es percibida como una amenaza a valores formativos considerados clásicos, como la lectura profunda o la disciplina intelectual. Sin embargo, cuando dicha defensa del pasado se transforma en la negación absoluta del cambio y en el rechazo frontal a la pluralidad metodológica, la postura adquiere tintes de fanatismo ideológico.

 

En esta deriva, la educación se concibe como un único camino legítimo, y los modelos innovadores son tratados no como alternativas complementarias, sino como errores que deben ser corregidos, incluso desde el poder normativo o institucional. Así, la nostalgia se convierte en dogma, y el sujeto nostálgico en una suerte de zelote educativo, empeñado en restaurar un supuesto orden pedagógico perdido e incuestionable.

 Esta lucha me agota en muchos momentos o mejor dicho me desilusiona.

Pero, a pesar de ese cansancio, sigo creyendo firmemente en que la educación es un territorio de esperanza. No estamos solos quienes buscamos nuevas formas de aprender y enseñar. Cada día aparecen docentes creativos, escuelas que se abren al cambio y alumnado que nos recuerda que el mundo ya no es el mismo que antes. Y eso nos impulsa.

Reconocer que la tradición tiene su valor no significa quedarnos anclados en ella. Podemos honrar lo que funcionó y, al mismo tiempo, atrevernos a innovar. Educar es acompañar a personas que vivirán en un futuro que aún no existe; por eso, necesitamos una mirada amplia, curiosa y valiente.

Quizá el desafío no sea convencer a todos, sino seguir construyendo caminos posibles, demostrando con hechos que otra educación es real cuando se practica: cuando se escucha al alumnado, cuando se trabaja en equipo, cuando la tecnología se usa con sentido, cuando la escuela se convierte en un lugar que despierta preguntas, no que las silencia.

Así que, aunque a veces duela o agotemos la paciencia, sigamos creyendo en lo que hacemos. Porque cada pequeño cambio, cada aula que se transforma, cada estudiante que descubre su voz… es una victoria. La educación no cambia de un día para otro, pero cambia día a día, con personas como tú que no dejan de imaginar una escuela mejor.

Y eso, sin duda, merece la pena.