En estos días que escucho tanto de los maestros/as tengo que volver a mis orígenes.
Leer cosas y escribir me ha ayudado todos estos meses.
San Juan Bautista de La Salle, entendía la enseñanza como una verdadera vocación de servicio. Para él, un buen maestro no era solo un transmisor de conocimientos, sino un guía espiritual y humano para sus alumnos.
Un verdadero educador es aquel que enseña con el ejemplo, con paciencia y con amor. No se conforma con llenar mentes de información, sino que busca formar corazones, inspirar virtudes y ayudar a los jóvenes a descubrir su propósito en la vida.
La Salle nos recuerda que la enseñanza es una labor sagrada, una misión de entrega y sacrificio, donde el maestro debe ver en cada alumno una semilla de potencial que merece cuidado y dedicación. Un buen profesor no solo instruye, sino que escucha, comprende y acompaña, siendo luz en el camino de quienes más lo necesitan.
Siguiendo su legado, un maestro no solo se preocupa por el éxito académico, sino también por el crecimiento personal y espiritual de sus alumnos, promoviendo valores como la fe, la fraternidad y la justicia.
Que su ejemplo nos inspire a ser educadores comprometidos, dispuestos a formar generaciones con el corazón y la mente abiertos al bien.
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